Una profesión de mujeres.

Alguien decía hace unas semanas...

- "Hazle caso al médico y empieza a caminar".
- "No señora, yo no soy el médico, soy el enfermero".
- "Ah, pero ¿cómo va a ser el enfermero si usted es un hombre?".

Supongo que, situaciones como ésta y otras mucho "peores" habrán vivido muchos compañeros en cualquier turno de cualquier centro sanitario. Pero a mí me resultó especialmente relevante el tono con el que la señora distinguía la profesión de enfermera en función del género de quien vistiera el uniforme.

El 84% de los profesionales de la enfermería son mujeres. De hecho, internacionalmente el sustantivo neutro correcto usado para la profesión en honor de su origen femenino es "enfermera". Este porcentaje es tremendamente desproporcionado, en efecto, y difícilmente equiparable a cualquier otra profesión en España.

Es verdad que la Enfermería siempre ha sido asociada a una visión femenina de la salud, al cuidado de la persona enferma, y, cuando no, a una visión sexista de la atención sanitaria que ha mermado mucho las capacidades de desarrollo de esta profesión a lo largo de su historia así como su reconocimiento.

Yo mismo pensaba, sin ir más lejos, y esto lo he reconocido siempre como el exponente de la más grande de las ignorancias, que las enfermeras eran esas señoritas que limpiaban la frente de un afanado cirujano cuando este decía -"sudor, por favor"-, mientras seguía ensangrentándose las manos; salvando vidas.

Hoy tal vez es muy posible que la visión de la profesión haya cambiado con respecto a la de hace unos años, pero, respuestas como la de esa señora llegan a afectar la "moral" de un hombre, a su orgullo: "Pero ¿cómo va a ser enfermero si usted es un hombre?". 

La Enfermería es una disciplina sanitaria, universitaria, en desarrollo, es verdad que desde hace muchas décadas, pero en desarrollo al fin y al cabo. Está sometida a muchas controversias por sus potencialidades,  por lo conflictivo de las competencias que es capaz de asumir (recuérdese el caso reciente de la potestad de recetar fármacos), el reconocimiento salarial de sus miembros y lo incómodo que ello resulta para las castigadas arcas públicas en tiempos como estos. Es una disciplina científica porque se cimenta sobre la experiencia, los hechos, la toma de decisiones con criterio y la asunción de responsabilidades éticas y legales muy complejas. Pero también es un "arte", como se nos enseña cuando estudiamos la disciplina. Muchas veces resulta ser más un arte que una ciencia, especialmente cuando has de lidiar con el dolor ajeno, los familiares de los pacientes, la presión asistencial, la falta de recursos, los conflictos laborales, el trabajo por turnos...

A decir verdad, la incorporación de los hombres a la disciplina ha sido muy reciente, y este complejo universo ya había sido ganado a pulso por brillantes mujeres que lucharon por una profesión con tesón, superando barreras culturales, en un mundo machista, en una asistencia sanitaria dominada por la omnipresencia de la figura masculina del médico en todos los puestos de responsabilidad y toma de decisiones.

En la Medicina esta realidad ha dado un giro copernicano, pues ahora son muchas más las mujeres que los hombres que asumen puestos de relevancia en ella. En el caso de la Enfermería, los hombres nos hemos incorporado muy lentamente a una profesión, por decirlo de alguna manera, ya hecha, conformada sobre estos cimientos de lucha tenaz por la igualdad. Y es de justicia reconocer esta herencia.

En efecto, si uno estudia lo que se ha venido en denominar la "historia de la mujer", se adentra en la complejidad de esa lucha histórica en la que han destacado tantas y tantas personas que han ayudado a conformar la sociedad que vivimos hoy. Es curioso, y hasta triste, ver cómo muchas mujeres desconocen hoy en día esta misma historia. Naturalmente, hay que diferenciar esta lucha con la existencia de aquellas posturas ideológicas extremistas que han defendido ciertos sectores del "movimiento feminista". En este caso, lejos de aceptar la igualdad al producirse la incorporación de los hombres a las tradicionales profesiones dominadas por las mujeres (como es el caso de las matronas) lo han visto como una "invasión de competencias" en materia de género.

La Enfermería se ha consolidado como un pilar imprescindible en la calidad de la asistencia sanitaria de este país en las últimas décadas. Su formación en España ha sido totalmente reconocida en Europa hasta el punto de disputarse a las profesionales formadas aquí por su alto nivel de preparación dado el nivel de competencias que han podido desarrollar en nuestro país. Esta cualidad de prestación de cuidados sanitarios asistenciales, de gestión de recursos, de formación en materia de salud dirigida hacia la sociedad en previsión de la aparición de patologías y hacia los mismos profesionales, e incluso, en la investigación y desarrollo de la propia disciplina, nada tiene que ver con el género de quien la ejerce. Hoy en día, en efecto, nada tiene que ver.

He de reconocer cierto orgullo al volver la vista atrás, hacia la historia de la profesión, y comprobar su progresión. Una profesión que he venido a ejercer casi "de rebote". Orgullo aunque sentencias como la de esta señora hagan surgir una mezcla de indignación y desconcierto por el tremendo desconocimiento que, entre la sociedad, tiene la labor de nuestra profesión.

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